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5 mar 2010

DORADO Y CHORREANDO SANGRE.

Para un humorista como yo no le sorprende que arriba del criminal bloqueo, ahora el Tío Sam nos cuelgue el cartelito de país terrorista; ya estamos acostumbrados a esa caricatura del delincuente que mientras corre detrás de su víctima, grita para que todos lo oigan: ¡Ataja!... ¡Al ladrón!
Tampoco me extraña que esgrima con la Ley Helms Burton una nueva política de garrote y zanahoria. Lo que resulta increíble es que se apliquen sanciones a las empresas extranjeras que negocian con Cuba, alegando que lo hacen con propiedades norteamericanas nacionalizadas ilegalmente. ¿Acaso su atribución extraterritorial es legítima?
Da la casualidad que el resto de los países afectados por las leyes revolucionarias, aceptaron las indemnizaciones propuestas, menos el Rico Mac Pato del Norte que para justificar su negativa, inventó una traba de carácter legal al que eufemísticamente bautizó embargo.
Para justificar tal acción son capaces de desenterrar cadáveres supuestamente jurídicos como el de la Cuban Telephone Company, subsidiaria de la famosa ITT.
Volvamos pues al cementerio para comprobar que ese despojo pertenece al conocidísimo Pulpo Telefónico. Los invitamos a conocerlo en su propia salsa:
Surgió como una cañona más de la intervencionista Enmenda Platt el 18 de julio de 1909.
Se le cedió a dicha compañía la concesión de derechos monopólicos durante 20 años.
Y aunque Gardel dijera lo contrario. Para nosotros fue mucho con demasiado.
Si no me equivoco, dicha cláusula vencía en 1929, pero se inventaron “chivos” de todo tipo disfrazados de dictámenes gubernamentales, chanchullos políticos, enjuagues legales, sobornos millonarios, y otras corruptelas importadas del Norte, que alargaron la vida del octópodo y permitieron el crecimiento de sus tentáculos mucho más allá de la mitad del siglo.
De nadie es un secreto que para afianzar dichos privilegios se implantó en Cuba una férrea dictadura militar que baño en sangre al pueblo, provocando la respuesta insurreccional de la Generación del Centenario.
Una de esas acciones, casi suicida, el 13 de marzo de 1957. costó la vida a valiosos jóvenes que trataron de ajusticiar al tirano en su propia madriguera del Palacio Presidencial, pero factores circunstanciales dieron al traste con la ejecución del atentado, sumando nuevas víctimas al luto de la familia cubana, mientras Batista cobardemente se escurría por una puerta secreta de su despacho. Algunos malpensados llegaron a afirmar que se equivocó de puerta, porque su intención era ir al “váter”.
La respuesta de origen corporativo yanqui no se hizo esperar. Al día siguiente, con el aumento de la tarifa telefónica se castigaba la rebeldía del pueblo, mientras como muestra de desagravio, la International Telephone and Telegraph, es decir la Casa Morgan, obsequiaba al dictador un flamante teléfono de oro.
No sabemos si en el corre corre de la Despedida del Año 1958, a Batista se le olvidó cargar con su teléfono dorado, lo que sí sabemos todos es que, jamás descargó su famosa bala en el directo.

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