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27 jul 2010

LA ENTREVISTA QUE NUNCA SE DIO.

Se acercaba el 26 de Julio de 1964 y Santiago de Cuba bullía de alegría y patriotismo para festejar el onceno Aniversario del Ataque al Cuartel Moncada.
El venezolano Gabriel Bracho Montiel director-fundador del entonces semanario PALANTE me informa que otro gran acontecimiento está a punto de efectuarse, y si yo estaba dispuesto a entrevistar al Che.
En ese momento recordé el primer dibujo que hice del Guerrillero Heroico a escasos días del triunfo revolucionario, guiándome sólo por defectuosas fotografías que llegaron a mis manos. Con aquel retrato se ilustraría un trabajo sobre la insurrección del 26 de Julio escrito para el Magazine Dominical de “El Mundo” por Jesús de J. Zamora, (Zamorita entre nosotros).
No me sentí satisfecho de aquel retrato improvisado, a tal punto que ni siquiera le había dibujado la estrella de comandante en su boina. Pero mucho peor que eso: Con el tiempo, aquel recorte de periódico se había volatilizado de mis archivos y no puedo ofrecérselo a ustedes.
Quisiera disculparme ahora, brindándoles
el último dibujo que le hice al Guerrillero Heroico, utilizando la técnica de en una sola línea sin levantar el lápiz, y espero que sea de vuestro agrado.
Volvamos pues a nuestra narración:Tras el primer impacto producido por la orden de Bracho, tomé aire y acepté la misión, consistente en trasladarme a Santa Clara, aprovechando que el Guerrillero Heroico iba a inaugurar la planta industrial más grande de Cuba, la INPUD, precisamente ese 24 de julio.
Puse una sola condición: Ir un par de días antes para familiarizarme con el complejo industrial. Llegué a la capital de Las Villas el 22 y de inmediato me dirigí a la enorme fábrica de equipos electrodomésticos, donde el propio inversionista de la obra, el compañero Plasencia, me recibió entusiasmado, poniéndome al corriente de la puesta en funcionamiento y citándome al día siguiente para enseñarme cada uno de sus departamentos.
Cuando en la tarde del 24 llegó la comitiva del Che acompañada de la prensa local y nacional, yo estaba en la puerta de la instalación junto a Plasencia y el grupo de recepción.
Durante el recorrido por los talleres, el Ministro de Industrias, preguntaba una y otra vez, y en no pocas ocasiones, el propio inversionista me cedía la palaba con cierta picardía para probarme. Poco a poco me fui envalentonando y en un receso, aproveché para dirigirme al Che
--Con permiso, Comandante, —comencé temblando como una hoja.
--Sí, dígame.
Tragando en seco pude continuar:
--El compañero Bracho, director de PALANTE me ha enviado para hacerle una interviú.
Lo pensó un poco y respondió:
--¡Ché! El viejo Bracho se ha vuelto loco. ¿Cómo pedirle la exclusiva para un semanario humorístico a un dirigente de esta Revolución?...Lo siento, no puede ser.´
Era como si un rayo me hubiese fulminado, y él, al darse cuenta de mi estado de ánimo, se acerca de nuevo, y en tono más amistoso me pregunta:
--¡Ven acá! No te conozco. ¿Sos reportero?
--No, Comandante, yo sólo cumplo una tarea, soy caricaturista.
--¡Ah! ¿Y cómo firmás?

Casi sin aliento contesto:
--Yo firmo Blanco, pero todos me llaman Blanquito.
--Entonces, vos hiciste aquella crítica
de un tipo que tomaba un refresco y después echaba rayos por la boca. ¿No?
— Cierto.
--¿Y te enteraste que apoyándome en ese señalamiento hicimos una evaluación que dio por resultado el cierre de la fábrica “Jupiña” de Pinar del Río?

Asentí con la cabeza porque las palabras no me salían de la garganta. En ese momento quería que me tragara la tierra.
Una sonora carcajada me volvió a la realidad. El Che reía mientras ponía su mano sobre mi hombro y continuó;
--Si sos de PALANTE. ¿por qué mejor no me hacés una caricatura?
Yo que jamás había disparado un tiro, más que una solicitud, consideré aquello como una orden guerrillera frente al enemigo..
Acometí la tarea sobreponiéndome a los nervios, mientras, a mis espaldas sentía los numerosos flashazos de los foto reporteros allí presentes.
Al terminarle el boceto, lo tomó en sus manos sonriéndose mientras me felicitaba al introducirlo en el bolsillo de la chaqueta. Me dio la mano y con media vuelta se dirigió a la tribuna donde miles de villaclareños esperaban por su intervención.
En la vorágine revolucionaria de aquellos días, pensé más en el palo periodístico que en recuperar el testimonio gráfico de aquel momento tan íntimamente ligado a mi.
Cuando reaccioné ya era tarde. Jamás pude ver una de aquellas fotos, a pesar de numerosas gestiones, y lamentablemente no puedo mostrarla ahora a mis queridos vecinos. Todavía espero por un alma caritativa
que me indique cuándo, cómo y dónde hallarla, para hacerle copia y enseñarla con orgullo a mi bisnieto.
Tuve pues que conformarme con el reportaje sobre la inauguración de la INPUD que PALANTE publicó con fecha 30 de julio de 1964. Y ésta copia de una de sus páginas –aunque defectuosa—se la ofrezco humildemente como testimonio.
Pero aquella entrevista que me encargaron, todavía se la debo a nuestros lectores de entonces y de ahora.

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