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27 mar 2012

¿ME ESTARÉ PONIENDO VIEJO?

Vine al mundo en 1930 por tanto me considero un hombre del siglo XX.

Aunque habíamos rebasado la época de… “la letra con la sangre entra…”, mi educación fue típicamente memorística, y compartía las clases de primaria con el mataperreo habitual en calles de tierra y los cinco cines de barrio a cinco centavos los menores.

Podrán imaginarse entonces cuan asiduos éramos a los filmes de aventuras en las bullangueras matinées de la sala oscura. Claro, los “muñequitos” de la prensa dominical y las películas silentes, ambos productos estadounidenses eran también nuestros entretenimientos preferidos que a veces compartíamos con otra actividad igualmente reconfortante, coleccionar las postalitas cromadas del patio que de vez en cuando salían al mercado convoyadas con galletas o golosinas.

Estas son a grandes rasgos, las actividades lúdicas que formaron nuestra personalidad en épocas tempranas, de ahí mi preferencia por el humorismo y la aventura en todas sus manifestaciones: El cine sigue siendo la gran pasión desde los tiempos de la comedia silente y Chaplin mi ídolo; el dibujo humorístico y la historieta mi profesión. El coleccionismo se me inoculó como una adicción de la cual no he podido liberarme desde que pacientemente logré reunir todos los folletos de “El Spirit” en los años cuarenta: Will Eisner, --su autor—continúa siendo mi preferido en la especialidad. Me hubiese gustado conservar aquella colección, pero el tiempo es implacable, y el papel gaceta jamás llega a la tercera edad.

Esta reflexión viene al caso de releer una crónica del pionero de la crítica cinematográfica en nuestro país, José Manuel Valdés Rodríguez, publicada en el magazine dominical de EL MUNDO el domingo 16 de marzo de 1958, para destacar el vigésimo aniversario de “Blanca Nieves y los siete Enanitos”, el primer dibujo animado de largo metraje.

¿Me estaré poniendo viejo? Es la pregunta que me viene a la mente con su lectura, pues en uno de sus párrafos afirma: …El cartón animado es el género más netamente cinematográfico según hemos dicho muchas veces, hasta el punto de poder apreciarlo como un paradigma fílmico. Porque cinematógrafo viene de kinema y grafos, es decir, dibujos en movimiento. ¡Y no hay otro renglón del cine que responda de modo tan absoluto a esa esencial característica…!”

Seguidamente el cronista abunda en las excelencias de la obra disneyana, y los éxitos que fue acumulando a partir de aquella ópera prima. No abundo en sus reflexiones pues seguro que ustedes también las compartirán junto conmigo.

Lo que sí quiero destacar es que ya en aquellos momentos, el estilo Disney venía siendo erosionado por la competencia de jóvenes talentos con otras más atrevidas desde el punto de vista formal y conceptual.

El propio trabajo periodístico venía calzado con la ilustración que acompaño, la cual no provenía de los estudios Disney. El pie de grabado ratifica esa opinión:–

Con el triunfo de la Revolución y el brutal bloqueo yanqui fueron desapareciendo aquellas propuestas gráficas del American Way of Life, y muchos de nosotros--ya jóvenes--pasamos a cubrir los roles de trabajar para niños y adolescentes con las armas que habíamos tomado de ellos. Pero los clásicos son los clásicos y la Comedia Silente, ahora en Televisión dejó la gestualidad, aprendió a hablar, y siguió alegrando a las nuevas generaciones, con aquellos graciosos doblajes del inconfundible Armando Calderón.

La cosa me gustó tanto que surgió de nuevo la pregunta: ¿Me estaré poniendo viejo?

El ICAIC y en menor medida el ICRT vinieron a sustituir aquellas superproducciones de Disney con dibujos animados típicamente cubanos inspirados por Jesús de Armas, y otros artistas, quienes influenciado por las propuestas de la UPA ya señaladas en el artículo de Valdés Rodríguez, permeó las inquietudes de una nueva generación de creadores, aún vigente.

Por obvio y extenso me guardo el listado pertinente de aquellos pioneros y sus actuales seguidores.

También la presencia de producciones en la televisión de la Europa del Este cubrieron parte de aquellos baches, pero las propuestas didácticas, o tal vez la falta de dinamismo, lastraban el conjunto, aunque honrosas excepciones como el “Gustavo” húngaro o las marionetas de Jiri Trinka demostraban que en todo el mundo se cuecen habas.

No me considero un experto, pero alguna experiencia acumulo en casi sesenta años incorporado al sector.

Por ejemplo, casi media docena de veces acompañé a Enrique Núñez Rodríguez como miembro del jurado de la programación humorística para el Premio Nacional de la Radio. Recuerdo la primera vez que coincidimos. No había pasado ni un minuto de grabación cuando el dedo gordo e inquieto de Enriquito apagaba el gramófono para pasar a la siguiente propuesta.

¿Me estaré poniendo viejo? Decía para mis adentros mientras le preguntaba la causa de aquel apuro. Y con esa gracia que Dios le dio, el maestro de maestros me respondió.

“…Cualquier programa radial que pretenda ser humorístico, si al minuto no ha captado la atención del oyente, corre el riesgo de que lo apaguen. Eso fue lo que hice…”. Más nunca le pregunté.

Recientemente publiqué un trabajo tal vez atrevido, pero nunca inoportuno, al comparar la obra para nuestros infantes de Cecilio y Oliver, con la del megaconsorcio disneyano. Análisis modesto sí, pero nada de agrio, --como catalogara Martí nuestro vino--, el animado cubano puede y compite en esencia con la producción foránea, pues entre sus ingredientes tiene eso que los músicos llaman “bomba”.

Hace exactamente un año, en el viaje que hice a los Estados Unidos pude constatar esto. Era el primer aniversario de mi primera nieta. Ante esta situación de compartir gustos y actividades con Mirandita, y mis ochenta abriles a cuestas, de nuevo me vino a la mente la interrogante: ¿Me estaré poniendo viejo?

La visita se extendió por tres meses maravillosos ante la presencia física de esa chiquilla hecha de azogue. Compartí con ella a diario la programación televisiva de dibujos animados. Abrumadora si tenemos en cuenta que existen varios canales con dicha temática las 24 horas del día. Disney uno de ellos.

Pues bien, al principio creí que me estaba poniendo viejo, porque a ratos cabeceaba y a ratos dejaba de hacerlo para quedarme totalmente dormido. Los otrora ídolos Mickey y Donald, aparentemente son los mismos, pero ahora sus aventuras distan mucho de sorprender, hacer reír, o a lo sumo distraer como lo hacían antaño. Con parlamentos kilométricos, hechos unos cotorrones con mensajes didácticos, insulsos, y nada sorprendentes. La pregunta de rigor en este caso es: ¿Seré yo, o son ellos los que se han puesto viejos?

Mi propia nieta me dio la respuesta. Aunque como ciudadana estadounidense tiene oficialmente un solo apellido–como si las madres no existiesen-- a Mirandita le corre el melao cubano por las venas. O más bien, la miel de la Colmenita.

De sus primeros pasos di cuenta en un trabajo anterior.

Y en cuanto al tema que ahora nos atañe, puedo confesarles de todo corazón, que aparte de una muñeca de peluche llamada Dora la Exploradora, los dibujos animados que más le atraen eran los musicales del ICAIC para los niños, con canciones de Teresita Fernández, Lubia María Hevia y otros artistas del patio, no sólo por la calidad de las interpretaciones, sino por la gracia y el colorido de sus dibujos.

Según encuestas informales realizadas por mi a pie de obra, puedo asegurarles que no hay una familia cubana con niños pequeños, sea cual fuere su tendencia política, religiosa, o racial, que pueda prescindir de un disco con dicho material. Y eso lo rejuvenece a uno.

No creo que cualquier tiempo pasado haya sido mejor en ningún aspecto, pero tengo iguales reservas sobre el cine que viene produciéndose actualmente para adultos al estilo de Hollywood. ¿Será que me estoy poniendo viejo? Tal vez, pero eso será tema para otra reflexión.

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