__________________________

__________________________

25 oct 2012

LA ISLA DE LOS CIEN NOMBRES


Según la última División Político-Administrativa de nuestro país, la República de Cuba consta de 15 provincias y el municipio especial  Isla de la Juventud.
Lo de especial puede tener muchas explicaciones. Yo me remontaría hasta sus mismos orígenes cuando  hace exactamente 518 años, el gran Almirante de la Mar Océano la descubriera aquel 3 de junio de 1494.
El Adelantado propiamente la bautizó El Evangelista, en honor al fraile cordobés de a bordo, que la bendijo en ése, su segundo viaje; sin embargo, más pudo la costumbre, pues Juan Salcedo, criado portugués de Colón aclara que era común señalarla como Isla de Pinos, según costumbre aborigen por la proliferación de coníferas y palmas de su aberrante espesura. También se le decía por entonces Siguanea o Casa de los caracoles según lengua quiché.
Hacia 1514, Diego Velázquez envía un mapa a los Reyes Católicos donde  señala a la isla con el nombre de Santiago. Obsesión que se cumplió, o había cumplido con la segunda villa fundada por el.
La bula del 3 de mayo de 1493 por el Papa Alejandro VI, otorgaba a España y Portugal  la exclusiva soberanía sobre toda tierra descubierta o por descubrir más allá de las cien leguas al oeste de Las Azores o de Cabo Verde, poniéndole la luz roja al resto de los países europeos con igual intención.
Dicen que quien mucho abarca poco aprieta, de ahí que  con todo el oro y la plata de las Antillas, la Florida, y la conquista de los Imperios azteca e incaico, poca importancia le puso la Metrópoli a  la virginal y diminuta Isla de Pinos--incluída la propia ignorancia real--pues la fiel Isla de Cuba  no era tal, sino archipiélago; y España una simple península de Eurasia había sido convertida en Imperio por la gracia de los Reyes Católicos.
El abandono duró casi tres siglos, y en 1797 sólo contaba con 76 habitantes en todo el territorio insular, la mayoría de ellos dedicados al contrabando y el trapicheo llamado eufemísticamente “comercio de rescate”, mucho más rentable que  el ofrecido por las férreas ataduras de la Casa de Sevilla.
Así las cosas, más que una isla, la de Pinos se convirtió en una posada o lugar de tránsito para viajeros indeseados por la Corona. Ese cosmopolitismo la llevó a emular de tú a tú con la Isla de la Tortuga.
Muchos de esos corsarios, bucaneros y filibusteros, al verse en peligro, optaron por esconder sus “bienes” y darse al despetronque. De ahí que también sea conocida como la Isla del Tesoro, incluso se dice que inspiró esa obra maestra y homónima de Robert L. Stevenson.

La mejor prueba de dicha influencia está en los cuentos de tesoros, botijas y cofres escondidos que proliferaron hasta mediados del pasado siglo neocolonial antes de que la solidaridad educacional y la Isla de la Juventud se apropiaran del patronímico
Pero más que las fortunas  encontradas, la geografía insular fue mucho más prólija con remembranzas de esos visitantes ocasionales como Punta Francés en memoria de Francois Lecerc, primer “pata de palo” que dejó su huella en las arenas del litoral, o la Caleta de Agustín Jol, otro pirata tullido  quien  aterrorizó al Caribe en el Siglo XVII, Cabo Pepe se debe a la herencia que dejó Pepe el Mayorquín,  el cual asolaba con patente de corso español, o Drake, así como  la laguna de Los Bucaneros, al este de la ciénaga pinera mientras al sur de la Isla se rinde pleitesía a Nao  el Olonés. La lista se completa con la Estera de los Corsarios y  el sitio Henry Morgan muy cerca de Santa Fé.
El asesinato de los tripulantes de una fragata británica en 1826 provocó un vuelco a la flema inglesa que amenazó con responder con toda la fuerza de la Reina de los Mares y ocupar el islote semidesértico . España cogió la seña y se puso para las cosas; de ahí la fundación de la Colonia Reina Amalia en 1830 con el fortalecimiento militar del territorio y la fundación de Nueva Gerona.
Sabemos también de los intentos yanquis por apoderarse de la misma, con la excusa de las carboneras para su flota durante la intervención de la seudorrepública a comienzos del siglo XX.
Además de pinos, tesoros, y cotorras, --pajarraco que también aparece en su fe de bautismo como Isla de las Cotorras -- el enclave  también cuenta con leyendas y ritmos autóctonos como  los cuentos del bucanero Toribio Pantoja, ladrón de quinceañeras y cochinos jíbaros; o del Barón de Herrera, émulo del Barón de la Castaña, de quien se cuenta que: “…en cierta noche estaba limpiando un pozo de 50 pies  de agua y de pronto se le cayó  el farol al fondo. A los quince días regresó  a buscarlo, y cuando lo rescató todavía estaba encendido…”
En cuanto a la música, es conocidísimo el sucu-suco Felipe Banco,  cuyo origen no tiene nada que ver con la popularidad que obtuvo la pieza; pues se refería a la traición de cierto lugareño así nombrado quien engañó a un grupo de sublevados durante la contienda de 1896.
Por entonces a los insurrectos se les apodaba indistintamente mambises o majases, como   patronímico de guerra según los cubanos o los españoles. La letra se refiere precisamente al descubrimiento de la guarida criolla, pues dice así:
“…Ya los majases no tienen cueva
Felipe Blanco se las tapó,
Se las tapó, se las tapó,
se las tapó, que lo vide yo…”
Tremendo chivato que nos resultó el tal Felipe Blanco.



LAS TRES DIVAS


Con permiso del Dr. Azheimer voy a contarles una historia: No recuerdo cuándo ni dónde, leí en cierta ocasión la definición de  “Las tres divas” refiriéndose a obras de maestros de la plástica; específicamente retratos femeninos de gran impacto artístico. Pido a mis atentos vecinos –más informados que yo— que si
pueden abundar o rectificar sobre este aspecto, por favor, me lo hagan llegar.
La primera de estas divas sería la Mona Lisa de Leonardo da Vinci: Famosa por su enigmática sonrisa, por el tiempo empleado  en su realización --entre 1503 y 1506-- y las distintas versiones existentes. Había dudas  sobre la verdadera identidad de la modelo; si Caterina Sforza duquesa de Forli y promiscua cortesana conocida como “la Tigresa”, o Lisa Gherardini, esposa de Francisco de Giocondo—de ahí el seudónimo de la Gioconda--. Si estaba esperando a dar a luz o acababa de hacerlo en virtud de la placidez expresada en su rostro. Incluso la afirmación de cierto bromista, que  se trataba de un autorretrato.
Su vitalidad, su sonrisa y esa enigmática mirada continúan inspirando  a caricaturistas, escritores, cineastas, poetas y especuladores del más variado pelaje en el pasado, presente y  futuro. Por todo ello creo que la dama caucásica se ha ganado el puesto en el antológico trío de divas.
El otro caso es el de la nostálgica Katharina, obra del maestro de la pintura y el grabado Alberto Durero, apenas una década después de la hazaña de Leonardo, pero esta vez en Francia. Se trata de la joven africana que realizó un viaje  en 1520 a los Países Bajos durante la coronación del Emperador Carlos V, y  fue más más conocida como la negra.
Durero se refiere a ello de este modo: “…He hecho un dibujo a lápiz de la Mora…”Mientras al pie del trabajo anota: “…Katharina a la edad de 20 años…”  


Se refiere a su famoso grabado realizado con lápiz de punta de plata, en el cual se destaca el trazo firme y realista que lo caracterizaba. A la belleza de la modelo, y sobre todo en su melancólica mirada, se vislumbra la nostalgia de quien se halla fuera de su patria.
Desconozco las circunstancias que la llevaron a Europa; quién era en realidad; qué relación tenía con la corte o con el propio emperador; o cuántos años vivió bajo la tutela de su reino.
Lo cierto es que el dibujo—o grabado—existe y aquí les muestro un facsímil de la ilustración publicada por la revista “El correo de la Unesco”. Mayo de 1971.
Hemos dejado para el final a la nuestra; tal vez la pintura más comentada de Víctor Manuel García titulada gitana Tropical. Se sabe que en 1925, muy joven aún, partió hacia Francia movido por los aires de renovación que ofrecía La Escuela de París. En Montparnase decidió darse a conocer simplemente como Víctor Manuel y en el mismo contexto surgió su Gitana Tropical dos años más tarde.
En ese mismo 1927 regresa a Cuba  para formar parte de lo que se llamó la Primera Vanguardia de la plástica cubana.
De él diría Alejo Carpentier. “…Su obra más aplaudida  es la “Gitana Tropical” en ella, en “Dos mujeres” y en “Paisaje” se ve la unión de lo indio con lo europeo. En los ojos mestizos la fuerza de una raza y la elegancia y el aplomo de su pose..”.
El propio Víctor Manuel decía  que “…:Las mulatas se parecían a las gitanas…”
Tal vez la placidez del semblante femenino, y sobre todo  la mirada más que la sonrisa, sean las motivaciones del impacto que históricamente se produce ante la contemplación de estas tres obras de arte. La mujer blanca, la negra y la mulata, históricamente símbolos de la belleza física,. En estos tres casos reflejando en el rostro la desnudez de su espíritu, a pesar de diferencias étnicas y  de los  casi 510 años de diferencia entre unos y otros retratos.
Dejo la incógnita en manos de los que más saben y puedan enriquecer la propuesta.
Por mi parte me remito a los motivos que me llevaron a tocar –aunque superficialmente—dicho tema. Y es que el pasado 16 de octubre de 2012, la Dirección Provincial de Cultura de la Ciudad de La Habana, entregó en acto solemne celebrado en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes la distinción GITANA TROPICAL, a  setenta y siete personas por el aporte ofrecido al desarrollo del trabajo cultural en la provincia.

El hecho de recibir una distinción con ese nombre, el de encontrarme en la lista de los galardonados, me regocija y compromete aún más con  mis modestos aportes, que incluye el mantenimiento de este blog personal dedicado a mis fieles vecinos, a pesar de la  carga pesada de los años sobre mis espaldas.
¡GRACIAS EN MI NOMBRE Y EN EL DEL RESTO DE LOS PREMIADOS!

EL PRIMER CHOQUE A PRIMERA VISTA


En estos días de octubre por lo general se insiste en aquella primera hazaña globalizadora del comercio capitalista soñada y materializada por el Almirante Don Cristóbal Colón. A esta distancia del cuento —520 años-- y sus numerosas versiones resulta un tanto difícil tratar de ser original.
De ahí que me apoye en dos reconocidos autores para definir lo que a mi, o a nuestro juicio, fue el Descubrimiento de América para unos y la Confrontación de Dos Culturas para otros.
En realidad se trata de ambas cosas. Veamos por qué:
El famoso caricaturista Antonio Mingote fallecido hace poco, y español por más señas, expresó su punto de vista europeo y satírico, al imaginar cómo los aborígenes de estas islas --y de Cuba en particular-- los veían a ellos: Vestidos con armaduras y cascos metálicos, capas, botas, armas, e impedimentas de toda índole; incluso montados en otras bestias como ellos pero de cuatro patas. En fin, “extraterrestres” que hipotéticamente describían en su dialecto siboneyista como: Hombres con cáscara.
La prueba documental de tal definición pueden buscarla en la página 60 del libro “Historia de la Gente” escrito e ilustrado por Mingote, (primera edición, noviembre de 1955) por Taurus Ediciones, España.
Si este capítulo del descubrimiento en la obra de Mingote comienza con la frase:”Cuando para ir al extranjero debía empezarse por descubrirlo primero…” Podrán imaginarse lo que viene detrás.
La otra tesis, –la nuestra-- nos viene de más cerca, pues parte de una cubanita que nos tiene acostumbrados a profundas investigaciones y no menos exitosos volúmenes autobiográficos de nuestro Comandante en Jefe. Se trata de la colega Katiuska Blanco. En este caso particular, nos sorprendió con un redescubrimiento insólito publicado hace unos años en el diario JUVENTUD REBELDE bajo el título de “Hornillo Olvidado”.
He aquí un párrafo definitorio:
“…Una pipa humeante evoca las enigmáticas y maravillosas ceremonias de los aborígenes de nuestro continente americano y el deslumbramiento de Rodrigo de Triana, vigía de Cristóbal Colón que anunciara el avistamiento de un nuevo mundo para los europeos y que ya en tierra se fascinó con la visión de un pueblo que llamó Hombres de chimenea. (…) Cuando Rodrigo de Triana volvió a España para hacer una demostración pública del acto de fumar y después de que sus vecinos en Ayamonte lo vieran echar humo por sus orificios sin quemarse, creyeran que el Diablo lo poseía, y el cura de la parroquia lo denunció al Santo Oficio, por ello fue sentenciado a pasar varios años en una cárcel de Sevilla. Al volver a casa todos sus paisanos fumaban. También el monje Fray Bartolomé de las Casas contó en “Historia de las Indias” sobre esos deshollinadores originales…”
Hasta aquí el parrafito que me interesa destacar de su enjundioso artículo para el diario de la juventud cubana.
Como ven nuestra versión criolla admite la otra cara de la moneda: La de los hombres con cáscara frente a los hombres de chimenea.
Por mi parte, para echar más leña al fuego y continuar fumando la pipa de la paz, los remito a otro texto cuya procedencia no he podido localizar. Y dice así:
“…Del 12 al  5 de noviembre de 1492, Rodrigo de Xeres y Luis de Torres vieron en la provincia de Oriente a los taínos fumando. Habían descubierto el uso del tabaco. (…) Xeres quiso probar por sí mismo el placer que experimentaban los indocubanos, y ahí se desencadenó la furia de la Inquisición, cuyos “sagrados agentes” consideraban que si echaba humo por la boca y la nariz se debía a que había concertado un oscuro pacto con el Diablo. (…) Por fumador Xeres fue a parar a las mazmorras españolas hasta que se hubo generalizado la costumbre de fumar…”
Como ven el hábito no hace al monje; por el contrario, el clero era quien lo castigaba obedeciendo a dogmas ya caducos.
A propósito del tema, me viene a la mente una vieja ilustración en los libros de la Conquista sobre el tabaco. Era una horquilla que los nativos utilizaban para degustar la aromática hoja. Durante algunos años tuve dudas de esa complicada forma de fumar hasta que leí en cierto documento lo siguiente:
“…”Mayor asombro les causó ver cómo en ocasiones masticaban la larga hoja parda (andullo), o la machacaban hasta reducirla a un polvo que aspiraban por la nariz con la ayuda de una ramita hueca en forma de Y. ese polvillo se conoció como rapé en todo el mundo, pero para los taínos era sencillamente cojiba..”.
He ahí el origen de la marca de tabaco habano más famosa del mundo. Sin embargo, a la larga e independientemente de las afectaciones económicas a nuestra industria nacional, les recomiendo a mis obedientes vecinos que dejen la fuma y no quemen sus bolsillos, lo que yo hice hace más de veinte años por prescripción facultativa. Y aquí me ven echando humo todavía al dejar el cheruto infecto, como calificaba Évora Tamayo la permanente tagarnina en la boca de su compañero de trabajo Alben, hace algunos años en PALANTE.

DE PENCOS Y NOBLES BRUTOS SE TRATA


En la pasada edición a propósito de los 500 años y pico del “Día de la Raza” hablamos de hombres con cáscara y hombres chimeneas. En esta otra oportunidad montaremos imaginariamente sobre otras curiosidades jineteras del Nuevo Mundo.
En el primer viaje de Colón, los descubridores vinieron cargados de armas y armaduras, bisuterías y pacotillas—como se estila ahora en los viajes al exterior—apoyados por el convincente lenguaje de Cervantes; la cruz y la espada en lo confesional y la fabada y el caldo gallego en lo laico.
Aunque los taínos y siboneyes parecían ingenuos y pacíficos, no les fue fácil a los conquistadores conquistarlos. Por eso, haciéndole honor a su cargo, el Adelantado en el segundo viaje se adelantó y proyectó una nueva estrategia. Cargar con el arma más mortífera de las presentes y futuras guerras coloniales españolas.
Había que consolidar y poblar las tierras descubiertas y para ello nada mejor que sumar a otra bestia bruta como ellos pero más noble: El caballo.
Veinticinco de éstos completaron la tripulación, sin embargo para Colón resultó la primera estafa del Nuevo Mundo.
En enero de 1494 se dirigía a sus Majestades los Reyes Católico en estos términos:
“…Direis a sus Altezas cómo los escuderos de caballos que vinieron a Granada en el alarde que ficieron en Sevilla mostraron buenos caballos e después al embarcar, yo no lo vi porque estaba un poco doliente, e metiéronlos tales que el mejor dellos nos parece que vale dos mil maravedíes porque vendieron los otros e compraron éstos…”
A propósito de este segundo viaje quisiera contarles algo inusitado. En él, Don Cristóbal Colón descubrió las sirenas más feas del mundo. y no es mentira mía, lo dice Félix Guerra en su libro “Los Funerales del Rey” (Ed. Oriente 1999). Veamos: 
“…En la mañana o la tarde del 9 de enero de 1493, y mientras navegaba en las proximidades del entonces llamado Río de Oro, cerca de la costa norte de Santo Domingo, el Almirante admiró en las aguas unas figuras que describió así en su diario de navegación: --Tres sirenas que salieron bien alto de la mar--. Aunque a renglón seguido agrega no sin cierta decepción masculina: --Pero, no tan hermosas como las pintan--…”
Claro, eran tres ejemplares de manatí, mamífero insectívoro de la familia de los sirénidos—actualmente en peligro de extinción—y clasificado como Solenodon cunabus por nuestro sabio Felipe Poey, en comparación con el nativo de Santo Domingo Solenodon paradoxus.
Volvamos al instante en que el almirante se quejaba de aquellos embarcados y desahuciados pencos. Fueron, sin embargo, lo suficientemente convincentes como para aterrorizar a los indios sublevados en La Española. Además, conforme él se había admirado de las presuntas sirenas del lado de acá del charco, los centauros del siglo XV eran una verdadera novedad para los indígenas.
Sólo en la altiplanicie precolombina del Perú en el sur, se había dado la llama y la vicuña como bestias de carga; mientras que en el hemisferio norte, los pieles rojas se alimentaban con filetes de los antepasados de Buffalo Bill.
Después de aquel segundo viaje y pacificados los brotes rebeldes, Colón solicita asnos, asnas, yeguas y sementales para la recría. Un lustro más tarde La Española contaba ya con una yeguada de 1500 ejemplares, buena parte de ella con destino a Cuba.
Pasó el tiempo y mientras Don Diego Velásquez daba rienda suelta a su manía de fundar villas y castillos en Cubita la Bella, al subordinado Hernán Cortés le dio por embarcar el 10 de febrero de 1519 desde el puerto de San Cristóbal de La Havana hacia Tierra Firme con la peregrina idea de conquistar el imperio azteca.
Al desembarcar en las costas de Taguasco, junto a 300 “valientes”, 10 piezas de artillería y demás armas con sus pertrechos, iba el más efectivo, convincente y sicológico armamento –16 caballos—con sus respectivos arneses.
Tras la sorpresa de los primeros choques y la presunta inmortalidad de sus teules (dioses enemigos en su traducción al español); al defenderse, los hijos de Moctezuma se dieron cuenta de que ambos—el bípedo y al cuadrúpedo-- también derramaban sangre de sus flechazos. Con la ventaja de que aún después de muerto y tasajeado, el caballo seguía siendo útil.
El tercer peldaño de esta escalada equina por América, correspondió a la aventura de los hermanos Pizarro en  el Perú--Francisco, Gonzalo, Juan y Hernando—Estos “Cuatro jinetes del Apocalipsis-Siglo XVI” cargaron con el doble de la cuadra de Cortés. Como si fuera poco, Almagro se incorporó con 26 corceles más para iniciar la operación militar que daría el golpe de gracia al imperio Incaico.
Finalizo con la versión documental aparecida en la Revista BOHENIA hace algunos años bajo el título de “Los caballos en la conquista de América” con la firma de Alfredo Reyes Trejo.
Allí se narra otra curiosa aventura de pencos y nobles brutos por la conquista de las nubes. Veamos:
“…Para subir de la costa a Cajamarca, a más de dos mil metros sobre el nivel del mar, en constante ascensión por las cordilleras, los caballos de Pizarro perdieron las herraduras y como no disponían de hierro para hacerlas, las forjaron de plata. Más adelante esperaba el ambicioso conquistador cargar con los tesoros de Atahualpa y las riquezas de todo un imperio…”
Dígame usted, ¿qué hubiera pasado en el Cerro de Potosí, si en vez de sustituir las herraduras con aquellas relucientes “plataduras”, hubieran sido hechas de oro?