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13 ene 2014

LAS TRES CAMPANADAS DEL MARTÍ

La primera Mesa Redonda del 2014, correspondiente al lunes 2 de enero, retransmitió el tema de la preservación  y remodelación de las ciudades patrimoniales cubanas, con la participación de autorizados historiadores y conservadores de esos tesoros como Trinidad y el Valle de los Ingenios, Baracoa, Camagüey, Cienfuegos y La Habana. Algunas de ellas a medio siglo de su fundación en este 2014.
En el desarrollo del coloquio, el Dr. Eusebio Leal Spengler, entre otros temas, se refirió a los gigantescos esfuerzos constructivos que vienen realizándose  en el área del Casco Histórico y el puerto de La Habana, para concluir con las complejas obras de reconstrucción en el Capitolio Nacional y el teatro Martí, estas últimas en fase final.
A propósito de esta inminente recuperación, recordaba  el último deseo del inolvidable Enriquito Núñez Rodríguez, quien aspiraba escuchar de nuevo las tres campanadas que daban inicio a cada función en el teatro Martí antes de morir. De esta noble aspiración di testimonio en este mismo espacio con motivo de recordarse su 90º. Aniversario el 20 de mayo del pasado año.
Hoy, a siete meses de aquella confesión, ofrezco a mis fieles vecinos otro interesante trabajo sobre el teatro Martí en sus inicios, cuando era la meca del cuplet en Cuba.
Espero sea de vuestro agrado este simpático recuerdo del pasado que titulé:
              LA ÚLTIMA PULGA Y EL ÚLTIMO CUPLET
Hace 120 años, el 17 de febrero de 1894 el Teatro Apolo de Madrid estrenó La zarzuela de la paloma”, que desde ese mismo momento marcó un hito en la producción del  musical español. Tal vez el éxito de la pieza se deba al estribillo que aún en la actualidad sigue tarareándose, y que dice así: …¿Dónde vas con mantón de manila?... Si se fijan bien, la palabra manila está escrita con M minúscula para informar que fue confeccionada en dicha ciudad capital de Filipinas.
La piña no se conocía  antes del descubrimiento del Nuevo Mundo. Dicen algunos historiadores que la fruta fue hallada casualmente  durante la colonización de Centroamérica por una patrulla de reconocimiento a caballo la cual, al atravesar la maleza sufrió unos pinchazos, y abriéndose paso con sus espadas, un embriagador aroma los envolvió  invitándolos a degustar la vistosa fruta. Fue  así como la identificaron en la actual Costa Rica, y conocidos ya sus efectos, la encontraron  también en territorios aztecas, mayas y antillanos:
“…Los galeones españoles cargaron en 1580 los primeros ejemplares de este fruto rumbo a  las Islas Filipinas, lo cual propició allí la introducción de un nuevo renglón económico favorable al enriquecimiento de la Metrópolis, pues los aborígenes empezaron a venderla en el Medio Oriente, Malasia y la India gracias a la habilidad de los nativos de las islas del Mar Meridional de China en Oceanía, para tejer finos lienzos con las fibras de la Reina de las Frutas…”
Por otro lado: La paloma del cuplet no sólo voló más tarde a las Antillas, sino que vino cubierta con  el dichoso mantón Made in Filipinas en una época en que el teatro era la principal actividad cultural de la capital  habanera.
Coliseos como el Irijoa donde se celebró la Asamblea Constituyente de 1901, y diez años más tarde tomara el nombre de nuestro apóstol Martí, así como el Tacón, y el Payret, entre otros, fueron dignos representantes de aquel género chico.
En uno de ellos, el  Molino Rojo de la calle Galiano, donde después se construyera el Radio-Cine, debutó por entonces una cupletista de cara linda, llamada Consuelo Portela. A falta de otras cualidades artísticas,  Consuelito se consolaba  con un cuerpo fenomenal el cual cubría con un lujoso mantón de manila, mientras lanzaba al aire, a veces ingenuos y a veces picantes cuplets.
El repertorio de la Chelito –nombre de guerra de la vedette—no era muy extenso, pero generalmente lo terminaba con una  graciosa tonadilla, mientras buscaba  una  pulga que la atormentaba  a la hora de dormir, y la  hacía saltar de su confortable lecho en deshebillé.
Una noche, acaso por casualidad, o por encargo del empresario hambriento  de taquilla, una  de las cintas que sujetaban la prenda de dormir se zafó. A partir  de ese momento aquel detalle--fortuito o no-- quedó adherido al cuplet como una sanguijuela y la pulga ganó en protagonismo.
A fines del siglo XX, en ese mismo teatro de la calle Galiano, que hubo de tomar el nombre de Radio-Cine, pudimos apreciar a una de las más famosas artistas del Séptimo Arte español, la sin par  Sarita Montiel, nada menos que en la cinta “El Último Cuplet”…  A la salida del  mismo, pasó por mi lado en perro callejero que imitando a la Chelito, trataba de librarse de otra pulga, tan molesta  como la que se convirtió en estrella del género  a comienzos del Siglo XX. De ahí surgió el título de esta crónica. LA ÚLTIMA PULGA Y EL ÚLTIMO CUPLET.

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