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27 abr 2014

LA HABANERA SIN NOMBRE

Si de conmemoraciones se trata, el caso de Eduardo Sánchez de Fuentes (1874-1944) el fecundo autor musical, es único. El pasado 3 de abril hubiésemos celebrado 140 años de su nacimiento en la ciudad de La Habana, y el próximo 7 de septiembre arribaríamos a los 70 años de su fallecimiento precisamente a la edad de 70 años.
Aunque se licenciara en Leyes en nuestra Universidad, desde los 12 años recibió, como se acostumbraba en las familias acomodadas de la época, una depurada enseñanza artístico-musical de la mano de maestros como Hubert de Blanc, Jorge Anckermann e Ignacio Cervantes.
Como compositor desde su primera ópera “Yumurí”--poco antes de finalizar el siglo XIX--sumó otras cuatro “El Náufrago”, “Dolorosa”, “Doreya”, hasta su obra final “Kabelia”, interpretada por Hipólito Lázaro en 1942. Si la primera se había inspirado en una leyenda indigenista, la última se basaba en cuentos hindúes, y según nuestro Alejo Carpentier, la compuso en un esfuerzo por poner su música al día, ya que se le criticaba por inspirarse en historias aborígenes en vez de apoyarse en la fuerte influencia de los ritmos africanos, que sí dejaron su impronta en nuestra cultura.
Pero su fecunda obra desde fines del siglo XIX hasta bien entrada la primera mitad del XX también incursionó en poemas líricos como “El caminante”, o la cantata “Anacaona” basada en un areíto. Así como canciones y criollas de la talla de “Linda cubana”, “Deseo”, ”Mírame así”, “Corazón”, “Vivir sin tus caricias”, “El abanico”, “Silenciosamente”, “Por tus ojos”, “La volante”, “Corazón”, etc.
Incursionó hasta en el ballet, con aquel “Dioné” de 1940 para Pro Arte con Alicia Alonso en el papel principal. En cuanto a sus actividades colaterales, el músico-abogado escribió trabajos críticos para la revista de dicha institución musical y para el diario EL MUNDO. Fue electo presidente de la Academia Nacional de Artes y Letras de la Corporación Nacional de Autores y al frente de los Festivales de Canciones Cubanas celebrados a partir de marzo de 1922 en el Teatro Nacional.
Pero hay una curiosidad a destacar en la intensa actividad creadora desarrollada por tan prolífico artista. Se trata de la más popular de sus composiciones y la logró paradójicamente en sus balbuceantes inicios de 1880 a la edad de 16 años. Era una melodiosa habanera con versos de su hermano Fernando y que según la traducción oral, no se estrenó en ningún teatro sino en aquellas tertulias improvisadas que se organizaban en las casas señoriales de entonces como simple divertimento entre jóvenes habaneros de posición holgada.
Se dice que emocionada por la dulce melodía, una jovencita allí presente, le preguntó al bisoño Eduardito cómo se titulaba la obra y el aludido respondió con total honestidad “Tú”… Y así quedaría bautizada dicha pieza para la eternidad.
Juro que esto no es un invento mío, sino que lo escuché un día de mis antecesores, quienes a su vez también lo testimoniaron.

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