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25 feb 2015

EN LA MISMA TRINCHERA



Alrededor de sesenta reconocidos periodistas y algún que otro infiltrado como yo, fuimos convocados por la Editorial Pablo de la Torriente para participar en el proyecto titulado: “Pablo de la Torriente Brau, Pasión de contar” felizmente convertido en libro, como sencillo homenaje a ese cubano de cuerpo entero que, sin nacer ni morir en nuestra tierra, la hizo suya y es ejemplo de cubanía, en el mejor sentido de la palabra, como lo soñara Martí.
La idea, tal vez cocinada por muchos de nosotros, fue hecha realidad gracias a los esfuerzos de la propia editora con motivo de arribar el próximo 12 de diciembre a su 30º. Aniversario y al entusiasmo de sus compiladores, la doctora Miriam Rodríguez Betancourt y el profesor Jesús Arencibia Lorenzo, ambos  con buen ganado prestigio en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
Este tributo será solo el comienzo de dicha jornada durante la actual Feria Internacional del Libro en una amplia lista de conmemoraciones durante todo este 2015. 
Y ustedes mis queridos vecinos, se preguntarán. ¿Qué pinto yo en todo esto? Pues nada, la trayectoria de esta figura de la cultura nacional que le dio nombre y brillantez a nuestra editora, además de periodista, estudiante rebelde, luchador social, y combatiente internacionalista, en sus escasos 35 años y siete días de vida, fue también un excelente humorista. No solo testificado en su abundante epistolario, sino en algunos de las narraciones suyas y no pocas anécdotas de su propia vida.
Como un nuevo aporte de dicha obra, a continuación reproducimos de su muestra iconográfica, la carátula del libro de cuentos publicado en 1930 bajo el título de
“Batey”, como constancia de que Pablo también fue uno de esos dibujantes que este blog ha incluido en su lista de caricaturistas ocasionales, empezando dicha serie con el Chac Mol martiano, hasta las recientes imágenes del “Príncipito” por el propio Saint- Exupéry.
He aquí mi aporte a la compilación:
 FUE UN HUMORISTA GENIAL. Por Francisco Blanco (Blanquito)
Más que todos los premios, reconocimientos y homenajes que me hayan sido otorgados hasta el día de hoy como artista gráfico, es motivo de orgullo llevar colgada del pecho la medalla virtual del Soldado Desconocido en el pequeño ejército loco de la Editorial Pablo de la Torriente.
Desde muy joven la personalidad de ese periodista integral que fue Pablo--así a secas, tal y como pasó a la historia—resultó ejemplo y acicate en mi vocación. Imposible resumir en unas líneas la vida y la obra de este personaje inolvidable. Me limitaré a dar un solo ejemplo: Su doble condición de militante revolucionario cubano y sagaz periodista le permitió, no pocas veces ser juez y parte de las acciones que se sucedían en aquella época convulsa que le tocó vivir. Él era capaz de realizar un acto de sabotaje contra la tiranía machadista y al día siguiente reportarlo en tercera persona, con tal veracidad que ningún otro periodista podía igualar. De Pablo de la Torriente Brau habría mucho más que decir, pero sobre todo, mucho más que leer y aprender de lo bueno que hizo o testimonió durante su breve pero meteórica existencia.
Escribió muchas obras inolvidables, tanto relatos literarios como periodísticos. Para mí, y en este criterio coincido con su hermana Ruth, quien así lo manifestó en su última entrevista, la obra suya que prefiero por sobre cualquier otra, por su genial veta humorística, es “Aventuras del soldado desconocido cubano”.
Sabido es que en carta a Raúl Roa, su amigo revolucionario y futuro prologuista de la obra, Pablo le escribe desde Nueva York el 4 de agosto de 1936, dándole a entender que la novela estaba casi terminada, pero apreciado por la fiebre revolucionaria le expresaba que tenía la intención de irse a Europa para defender la República Española de la amenaza fascista.
Quiso el destino que muriera en combate poco después en Mahadahonda, dejando inconclusa la obra donde cuenta la historia de Hiliodomiro del Sol, el soldado desconocido de Arlington.
Ya el tono burlesco del título nos da una idea del contenido. En él, Pablo vuelca toda la ironía que le permite su condición de combatiente revolucionario, comunista de corazón y humorista de buena cepa, para revelarnos también una profunda reflexión sobre la guerra.
Especialmente dedicados a quienes desconocían la obra de Pablo, sobre todo las nuevas generaciones o vecinos del extranjero, espero que hayan disfrutado estos breves disparos de salva, como preparación combativa desde la misma trinchera de Heliodoro del Sol, aquel soldado desconocido cubano suyo que aún vive en nuestros corazones, aunque él haya caído en combate el 19 de diciembre de 1936 con solo 35 años de edad.
Sea este el humilde tributo, de quien—como dijimos antes--tuvo el honor de pertenecer desde sus inicios, aquel 12 de diciembre de 1985, a la editorial Pablo de la Torriente de la Unión de Periodistas de Cuba.

EL RETORNO DEL MAESTRO



Así se titula una de las obras poéticas del gran maestro y pedagogo Raúl Ferrer Pérez publicada por “Gente Nueva” en 1990—unos 160 versos cortos con grandes enseñanzas--quien arribaría en este mes de febrero a su centenario en medio de la actual 24º. Feria Internacional del Libro.

Lamentablemente no pude participar en el coloquio que en su honor convocaron en esta ocasión los prestigiosos intelectuales Esteban Llorach, Lidia Turner, Julio Llanes y Ramón Luis Herrera. Pero quisiera unirme al tributo y ofrecerles a ustedes, mis fieles vecinos, varias vivencias que tuve el privilegio y el placer de compartir con el autor del “Romance de la niña mala”. 
A propósito he leído en ese propio libro que dicha niña mala no existió pues resulta una síntesis de tres alumnas de su escuelita en el central Narcisa de la cual tanto se ha dicho. Sobre esto agrego que en una ocasión, el propio Raúl me la presentó ya adulta, sin aclarar que fueran más de una.
Desde su temprana y modesta aula rural, donde brindaba el pan de la enseñanza a los niños de batey de dicho ingenio en Yaguajay, junto a su también joven colega Onelio Jorge Cardoso, Raúl Ferrer siempre soñó con el perfeccionamiento de la enseñanza con métodos más eficaces o algo por el estilo.
Años después entre estrofa y estrofa descubrió a otro fabulador excepcional con el que también compartió fantasías poéticas y objetivos políticos, el Indio Naborí.
Él era así: científico y soñador, ocurrente y reflexivo, imaginativo y profundo a la vez, con una agilidad mental inigualable. Un maestro en toda la extensión de la palabra. Su sentido de la pedagogía tenía un antecedente lúdico que podía resumirse en esta frase suya: “Lo que se aprende jugando, nunca se olvida”, de ahí el permanente combate que mantuvo contra viejos criterios medievales como ése de la letra con la sangre entra, o el permanente reproche a quienes mantenían el rígido concepto de que el niño iba al colegio a aprender. 
“No –decía--, el niño viene a la escuela a aprender a hacer cosas”. 
¿Qué son sino, cantar en el coro, mejorar la ortografía con el dictado o realizar complejas operaciones aritméticas?
También tuvo discrepancias con colegas que a menudo confundían el deporte con el entretenimiento, porque según él para este último no hacía falta estadios ni campos deportivos, aunque cuando se practica de corazón, ambos se unan. Con jugar a los ceritos, o recitar las cuatro reglas era ya suficiente. En eso más que educador, resultaba un innovador.
En una oportunidad gané un premio en el Salón Nacional de Humorismo de la UPEC, con su caricatura personal. Lamentablemente no puedo mostrarla aquí, pues inmediatamente después se la obsequié y por muchos años presidió la sala de su hogar situado en una empinada calle de la Loma del Mazo de la Víbora. Según su jocosa directriz, situada “Entre la ciencia y el arte”. Lo que muestro a continuación es el boceto de la misma, tomada del trabajo titulado “Tributo a Pablo este año” y publicado en una edición anterior del blog en enero de este mismo 2015. A él se deben las iniciativas de transformar la página de pasatiempos en PALANTE con proposiciones más originales que el compañero Yáñez puso en práctica, así como la constante ayuda a la sección campesina “Dímelo Cantando” del semanario donde Raúl--el poeta—también era un maestro. ¿Y qué me dicen los que lo conocieron jugando con los números en su despacho del Ministerio de Educación, con el ejercicio del cero frío y la guitarra colgada junto al pizarrón?
Sencillamente que Raúl era impredecible y había experimentado esto en carne propia desde los tiempos difíciles de la seudo república en su modesta escuelita rural y fue consecuente con ello. De sus románticas aventuras en el lugar, les recomiendo acudir al libro de cuentos del colega Julio M. Llanes, precisamente por su condición de alumno en aquel plantel donde aprendió las primeras letras aquella “Niña Mala” que le da título a la obra, y que junto a la simpática “Vaquita Pijirigüa” popularizó musicalmente su sobrino Pedro Luis Ferrer aquí también caricaturizado.

Paradójicamente, allá en la primera mitad del pasado siglo, época en que la palabra ¿futivarse? estaba de moda, a veces escapábamos del amodorramiento docente para refugiarnos en pitenes de pelota de goma y de trapo, o las mesas de billar aledañas a la Esquina de Toyo, todo ello a espaldas de nuestros padres y maestros.
Mientras, allá en ese rinconcito de la campíña espirituana a menudo ocurrían cosas totalmente distintas, como la siguiente:
El maestro rural Raúl Ferrer, a caballo por el trillo que conduce a la escuela, ve a un padre doblado en el surco bajo el sol mañanero y le pregunta: 
“--¡Fulano!–se me olvidó el nombre— ¿Qué pasa que tu hijo no ha ido a clase esta semana?” 
La respuesta no se hizo esperar: 
“Lo tengo castigado por portarse mal”. 
Increíble anécdota si no la hubiese oído de sus propios labios. Y es que las clases de Raúl y Onelio tenían ese sabor a caramelo lúdico que maravillaba a los niños, y que desgraciadamente, a golpes de solemnidad, retórica, y rigidez, han perdido hoy su encanto.
No sé si estas características estaban ya presentes en el ADN de ambos, o era producto del ambiente familiar suyo, pues en el entorno hogareño crecían siete hermanos, cuatro varones y tres hembritas: Raúl, Rogelio, Rafael, Rodolfo, Raquel, etc., etc., -–quienes para juguetear firmaban R.F.-- y también estaban dotados de las mismas virtudes: Alegría contagiosa, agilidad mental, mezcla de veta artística y rigurosidad científica. Es decir, que todos tenían algo de músicos, poetas y locos, en el mejor sentido de la palabra.
Extrovertido hasta el cansancio, la explosividad de Raúl Ferrer lo diferenciaba de Onelio y Nabori--más pausados, y medidos--, sin embargo a pesar de diferencias y temperamentos, una química rara los unía, el amor a la docencia, el acercamiento a la ética martiana, la lucha por la justicia social, y la inclaudicable militancia revolucionaria, todo ello matizado por un optimismo contagioso e inagotable.
Para finalizar les cuento uno de los últimos episodios de su vida que me marcaron para siempre:
Raúl, ya septuagenario y enfermo, estuvo asesorando la Campaña de Alfabetización en Nicaragua durante un par de años. Regresó al finalizar la misma, más o menos en el mes de septiembre, y bastante delicado de salud, a tal punto de que bajó del avión en camilla y tuvo que ser ingresado en el Instituto de Cardiología, de Paseo y 17, en el Vedado.

Allí fui a verlo varias veces y después, durante su convalecencia en su propio hogar de la Víbora. Dos meses después-–principio de diciembre-- me llama por teléfono para invitarme una vez más a las Parrandas de Yaguajay, adonde lo había acompañado en los últimos años junto a su querida Raquel. Me sorprendió esa imprevista cita teniendo en cuenta las condiciones físicas en que había regresado a Cuba, y decline la invitación con cierto reproche por tan temeraria aventura de fin de año.
Recibí un silencio sepulcral como respuesta… Tras varios segundos de meditación me dice: 
“ --Blanco, últimamente te has vuelto un poco conservador”. 
Como se podrán imaginar, no pude negarme a tal convocatoria y lo acompañé.

Al año siguiente el destacado poeta y pedagogo fallecía. Aquella frase escuchada a través del hilo telefónico, tal vez resuma la personalidad y la imagen que me quedó impresa para siempre de la persona a la que nos hemos venido refiriendo y que yo, humildemente considero. Mi personaje inolvidable, en esta nueva versión mía de “El retorno del maestro” en su Centenario.

LA LÍNEA PACIFISTA (16)

Continuamos la serie sobre la caricatura contemporánea analizando la compleja situación geopolítica en Europa a fines del siglo XIX y comienzos del XX, por los efectos de la Revolución Industrial y el desarrollo de las fuerzas productivas fundamentalmente en el Reino Unido; los cambios en la Revolución Francesa tras la Comuna de París y la Tercera República; así como el auge del Imperio zarista en Rusia; por lo cual se deciden a formar la Triple Entente para crear un muro de contención al expansionismo militar teutón conocido como Pangermanismo. Todas estas situaciones fueron abordadas por los caricaturistas de la época y relacionadas en capítulos anteriores.
Hemos visto cómo se emprendían campañas xenófobas, con marcado acento anti-semita, además del anti-militarismo o el anti-pacifismo en uno u otro bando. El mejor ejemplo es el llamado affaire Dreyfus surgido en Francia--capitán judío de ideas republicanas--acusado de vender secretos al enemigo y condenado a traición en 1894. En su defensa se alzaron distinguidos intelectuales como Emile Zola, quien con su alegato YO ACUSO le dio la vuelta al mundo. El caso fue blanco de no pocas caricaturas hasta que en 1906, se comprobara la culpabilidad del oficial monárquico Esterhasy, revocándose la sentencia original contra Dreyfus.
Por otro lado, las hazañas bélicas de Bismarck--el Canciller de Hierro--lograron sumarse los territorios franceses de Alsacia y Lorena, y vencer a los austriacos en la Guerra de las Siete Semanas, obligándolos a unirse con  el reino de Hungría formando a su vez la llamada Monarquía Dual (Austrohúngara) convertida ahora en su dócil aliada y como valladar ante las aspiraciones zaristas hacia esa amalgama de pueblos balcánicos formada por serbios, montenegrinos, griegos, rumanos, magiares, croatas, eslavos y turcos, etc.
Todos estos intereses basados en el nacionalismo, el imperialismo y el militarismo, forman el caldo de cultivo europeo como prólogo al conflicto de 1914. Sólo faltaba la excusa y surgió entonces el atentado al Archiduque Francisco Fernando, príncipe heredero a la corona austro-húngara y su esposa, asesinados en Sarajevo capital de Bosnia. Como hemos visto la ambición de las grandes potencias afectaban a países más pequeños que se iban a ver también envueltos en el conflicto.
En varias ocasiones visité uno de ellos, la antigua República Socialista de Chevoslovaquia antes de que el país se dividiera en dos: República Checa y Eslovaquia, momentos en que pude recorrer interesantes lugares de su capital Praga, donde se bebía la mejor cerveza del mundo: Si negra en la taberna “U-Flecu”, o ligera en la “U-Kalikja”. Y precisamente en los altos de ésta última vivió el gran escritor checo Jaroslav Hasek, así como su “hijo putativo” Sveik, el protagonista principal de “Las Aventuras del Buen Soldado Sveik en la Guerra Mundial”, uno de los documentos más representativos de la literatura checa en la primera mitad del siglo XX.
 Otra gran ayuda fue la colaboración de su amigo, el caricaturista, Josef Lada, --invidente de un ojo igual que yo--quien ilustró las viñetas humorísticas con que cuenta el libro.
La última de mis visitas fueron unas vacaciones colectivas en noviembre de 1990, que coincidieron con la celebración de mis 60 años y que  ampliamente relaté en el trabajo titulado “Vacaciones bajo cero” .
Me explico: Los tres autores más importantes del país fueron sin dudas Frank Kafka, Karel Cápek y Jaroslav Hasek, con la particularidad de que los dos primeros lo hacían en alemán, mientras el tercero fue quien le dio brillo al idioma checo; pero sobre todo porque ésa, su novela satírico-pacifista, fue una de las más importantes sobre aquella contienda de 1914. Tuvo además la característica de distribuirse en folletines y ser profusamente ilustrada por su amigo, el caricaturista Joseph Lada.
Los datos me fueron facilitados por el doctor Radko Piklik,--historiador y biógrafo de Hasek-- en una visita anterior que hice a la patria de Smetana, esto me permitió publicar en la Revista BOHEMIA. Año 72. No. 35 (29 de agosto de 1980), bajo el título de “El Buen Soldado Sveik” un trabajo bastante abarcador alrededor del autor y su obra, la cual fue editada íntegramente a todo lujo ese mismo año en Cuba por la Editorial Arte y Literatura.
Consecuente con el resto de su obra satírico-literaria, cercana a los cien seudónimos en artículos y crónicas de prensa, su obra--el soldado Sveik--le costó a Jaroslav Hasek incomprensiones editoriales y hasta marginación en el clima ultraconservador europeo de entonces, por lo que se vio obligado a emigrar al pueblito de Lipnice, a medio camino entre Praga y Brno, donde también en otra cervecera--“La Taberna Azul”—fue armando el “muñeco” capítulo a capítulo, y gracias a que se distribuyó por entregas, el autor pudo subsistir.
En cuanto a las ilustraciones, la obra cuenta con más de 500 viñetas, algunas de las cuales acompañan este trabajo. Las aventuras de Sveik quedaron inconclusas debido a la prematura muerte del escritor.
Precisamente la originalidad de la cervecería praguense “U´Kalikja” a la que nos referíamos con anterioridad, radicaba en que sus paredes estaban adornadas con murales de ese gracioso y pícaro soldado inventado por la yunta Hasek-Lada y realizado manualmente por este último
¿Se conservará todavía?

13 feb 2015

LA LÍNEA SURREALISTA (15)

Los diversos acontecimientos que se concatenaron a fines del pasado 2014 y comienzos de este nuevo año, me alejaron momentáneamente del estudio que veníamos desarrollando a propósito de la línea como parte del grafismo en general y la caricatura en particular. 
Incluso la triste noticia del atentado terrorista al semanario satírico francés CHARLIE-HEBDO, que causó la muerte a varios colegas franceses incluyendo a ese eterno amigo de Cuba que fue George Wolinski, nos afectó de tal manera que, de tratarlo en este sitio, tendríamos que calificarlo para nuestro oficio como “La línea Peligrosa”, pero no es ése el propósito que ahora nos mueve.Así que regresemos al momento en que dejamos la saga, a fines del siglo XIX en Europa con la aparición allí de un movimiento plástico que no debe quedar inadvertido por su cercanía al grafismo humorístico: Se trata de la línea surrealista a partir de cuatro figuras emblemáticas como Pablo Picasso, Max Ernst, Miró y Salvador Dalí, en mi opinión “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” en las artes plásticas. Veamos una ficha biográfica de cada uno: 
PICASSO (1881)
La variedad de su obra plástica cursa diversas etapas cromáticas hasta el cubismo de “Las Señoritas de Avignon” o “Guernica”. Es tan vasta su proyección que no podrían abarcarse en este breve espacio; por el contrario deseamos acercarnos a esos grabados que el propio autor tituló “El pintor y su modelo” así como su “Auto caricatura”. Además, la picaresca de Pablo Picasso quedó plasmada en algunos de sus personajes como “El Quijote” o las pequeñas incursiones en la historieta que realizara en 1937 con el fragmento que copiamos de su obra “Sueños y mentiras de Franco”.
MAX ERNST (1891)  
Ese vínculo que muchos teóricos aceptan entre el humorismo literario o gráfico con el surrealismo de Max Ernst se hace patente en sus grabados, sus pinturas o sus escritos: Veamos como él mismo lo describe:“…Nacimiento: 1891. Residencia actual: Colonia. A los 30 años: bella presencia, muy inteligente…etc. etc… ”Más que pintor era un inventor--como todos los surrealistas--creador de un mundo onírico donde el humor ocupa un espacio considerable. Ejemplos: “La femme du 100 tétes”, (1929) o “Réve d´un petit fille qui vuolot entrer du Carmel” (1930). Así como la copia que bajo el título de “Todo en uno” les ofrecemos ahora.  
Cuenta Max Ernst entre sus maestros a Picasso, Bosch, Goya, o Bruegel y tras cuatro años de la guerra del 14, la aventura dadaísta lo entronca a Elouard en Colonia, 1921. Un año después va a París accediendo a una proposición de Breton y se instala allí por un tiempo para pasar a Toraine donde continuó su obra hasta 1968.  
MIRÓ (1893) 
Igual que en la obra de Max Ernst, se puede juzgar la importancia del humorismo en Miró como elemento de expresión revelador del subconsciente. Nacido en Barcelona, su reencuentro allí con Dada en 1917 se lo debe a la revista PICABIA y más tarde también interviene en la publicación dadaista titulada 391.  
Tras su aventura parisiense en 1920 se une a uno de los promotores del movimiento Tzara formando parte del grupo de la Vía Blomet con André Masson y los escritores Artaud y Michel Leiris. Después se incorporaría con Breton, Aragón y Elouard en 1924 a la aventura surrealista. Es entonces que comienza su interesante obra litográfica entroncada con su peculiar estilo. Sus aguafuertes por L´Antité de Tzara y sus motivos abstractos que evoca los personajes d´Etoiles estilísticas, donde el
humor estará siempre presente. Por último, 
aquí presentamos una expresión de su 
picaresca titulada Streap-Tease. 
DALÍ (1904)
El carácter excéntrico de sus inventos y pinturas, lo extendió a su propia personalidad manifestada en las ocurrentes bromas y respuestas dadas a sus entrevistadores. Son famosos los retratos simbólicos de Einstein, Freud y Edison—este último mostrado en la copia adjunta--así como los 42 aguafuertes de los “Cantos de Maldonado” en 1934, aunque sus obras posteriores fueron mucho más agresivas. A tal punto que su humor gráfico ha sido calificado como paranoico.